miércoles, 1 de diciembre de 2010

Domoslawski le planta cara al mito

Ryszard Kapuscinski fue uno de los mejores reporteros y periodistas del siglo XX. Ahora, tres años después de su muerte, el genio polaco se ha convertido en el protagonista de una polémica que denuncia su habilidad para falsificar datos y emplear adornos literarios en sus relatos periodísticos. El principal dedo acusador se esconde tras la biografía  “Kapuscinski non fiction” y pertenece a Artur Domoslawski, alumno, compañero de trabajo y amigo de Kapuscinski.

Durante su entrevista con los alumnos del Máster de ABC, Domoslowski se muestra comprensivo con las reacciones que ha suscitado su libro. Asegura que sus mayores dilemas a la hora de escribirlo surgieron en los asuntos más polémicos del famoso escritor. Convivió durante años “con el peso del mito Kapuscinski”, al igual que Polonia y gran parte del extranjero, rendidos a su prosa deslumbrante y su habilidad periodística. Sin embargo, periodismo y literatura pertenecen a distintas escuelas. Relato objetivo, preciso y veraz de unos hechos frente a fabulación y creatividad. En su libro, Domoslawski defiende que algunas de las obras de Kapuscinski, como “Ébano” o “El Emperador”, juegan a ser un testimonio histórico pero edulcorado con licencias de autor que atraviesan la frontera de la ficción.

“Ryszard fue mucho más que un periodista: hombre de la guerra, poeta, revisionista, escritor, pensador…” asegura Domoslawski. Pero también intensificaba la realidad, como él mismo afirmó. “Kapuscinski non fiction” destapa algunos episodios en la obra del reportero polaco que distaban de la precisión y objetividad inherentes al periodismo como, por ejemplo, su amistad con el Ché o Salvador Allende. “Cuando llegas a la cumbre, a lo más alto, hay cosas que se escapan a tu control. A él la leyenda que se formó en torno a su amistad con Ché Guevara le gustó, pero con el tiempo se le fue de las manos” afirma Domoslawski. Las fronteras que Kapuscinski traspasó son objeto de su crítica más directa, “una cosa es utilizar las herramientas literarias al servicio del periodismo y otra añadir detalles literarios”. Para Kapuscinski los rumores formaban parte del panorama social, reflejaban el pensar de la gente. Por ello, su compañero de profesión y biógrafo no autorizado (debe enfrentarse a varios juicios, entre ellos con la viuda de Kapuscinski, quien intentó frenar la publicación del libro) matiza que el autor debería haber vendido la mayor parte de su obra como “cuentos documentales, no como reportajes”.

Domoslawski no comprende que valoren su obra como una traición a quien fue su maestro. “Para hacer este trabajo”, asegura “me puse una regla básica: entender primero todas sus circunstancias”. Domoslawski enfatiza que no pretende realizar un juicio moral duro y contundente, “solo quería escribir sobre el hombre que marcó mi vida”. Entre esas críticas que el libro ha recibido, le incomoda especialmente las que hacen referencia a cómo aborda la vida privada de Ryszard. “Es un aspecto que influyó mucho en su obra, sin esa parte no se entiende al personaje, pero no hay ningún afán sensacionalista”. 

Sus sentimientos una vez publicado el libro han cambiado. Confiesa que su trabajo de investigación le ha ayudado a entender mejor a Kapuscinski, “ahora le admiro más”. Y esa dulce nostalgia se vuelve cortante al afirmar que no volverá a escribir una biografía. 

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